martes, 12 de febrero de 2008

SALIDA PEDAGÓGICA GRADO 10 Y 11

INTRODUCCIÓN


La adolescencia en la actualidad es quizá para muchos psicólogos la etapa más crítica del desarrollo de una persona a lo largo de su vida. La educación y la formación de los adolescentes ha hecho que el hombre halla diseñado innumerables estrategias para captar la atención de estos. La Corriente Humanista aparece a mediados del siglo XX resaltando la necesidad de poner los sentimientos y emociones de igual a igual con los demás ámbitos que componen al ser humano.
De acuerdo con las nuevas propuestas pedagógicas, las cuales proponen que el estudiante es protagonista de su educación y formación. Esta actividad se constituye como una oportunidad para incentivar al estudiante y motivar un aprendizaje significativo. En el presente proyecto encontraremos algunas visitas y actividades pedagógicas que facilitaran el desarrollo formativo de los estudiantes de grado décimo y once. Teniendo en cuenta que Bogotá es la Capital de nuestro País, La capital mundial del Libro, y una ciudad que respira arte y cultura por historia. A continuación la programación de una salida pedagógica con sus debidos objetivos, su justificación, presupuesto e itinerario.


Justificación

¿Para qué desarrollar una salida pedagógica?

Para contribuir en la construcción de una cultura ambiental ética frente al manejo de la vida en todas sus formas, y en general frente al manejo del ambiente.

Para que los propósitos del desarrollo natural y social tengan como principio básico la equidad.

Para que los Colombianos en formación desarrollen las capacidades para comprender las dinámicas naturales y socio-culturales, de las que son actores y desde las cuales construyen sus opciones de vida.

Para que logremos reconocernos como parte integral del ambiente y sus conflictos, y como parte, también, de sus posibles soluciones.

Para fortalecer el desarrollo de competencias ciudadanas y científicas, orientadas al ejercicio permanente de la convivencia y la participación crítica responsable, como elemento fundamental en la relación con el ambiente..

Por esta razón, iniciando el siglo XXI, empezamos a hablar de competencias (hoy entendidas como saber ser, saber pensar y saber hacer en un contexto determinado) y desempeños.

Geografía Música Economía Antropología Historia Psicología Sociología Literatura Física Química Informática y tecnología Teología Ética y Valores Pentacidad Arte y Cultura Recreación Democracia y Constitución

MARCO TEÓRICO

Maloka

Entidad privada sin ánimo de lucro, tiene como misión contribuir a la Apropiación Social de la Ciencia, la Tecnología y la Innovación, generando pasión por el conocimiento, espíritu crítico y conciencia sobre su impacto en la vida cotidiana y el desarrollo social, económico y cultural de los colombianos.

Durante nuestro año 10, queremos resaltar la INNOVACIÓN en todas las estrategias que compartamos junto con la Comunidad Educativa.

Esta innovación se refleja en los 3 Mundos Maloka: En el Centro Interactivo, a través de las RUTAS POR MALOKA, el recorrido que hemos preparado para el abordaje del Centro Interactivo. Estas rutas trabajan ejes temáticos transversales a los temas que de Ciencia y Tecnología se abordan en el Aula de Clase y se convierten en un complemento, en una manera diferente de acercarnos a ellos.

Las Rutas abordan la ENERGÍA, el AMBIENTE, y las TELECOMUNICACIONES, a través de una visita guiada por 3 Salas Interactivas y complementadas por un taller relacionado con el tema.

Las visitas a nuestro Centro interactivo se complementan con la experiencia que impacta los sentidos en nuestro CINE DOMO, cuyas películas no solo son un disfrute sensorial sino una exploración educativa.

Museo Nacional

La clasificación de las piezas de un museo permite su documentación y su manejo, al igual que su conservación. Los sistemas de clasificación para las colecciones se remontan al siglo XVI y han evolucionado puesto que la manera como se organiza una colección es testimonial de la relación del ser humano con el mundo exterior.
Hoy en día los museos manejan distintos sistemas que clasifican las piezas por medio de jerarquías. En el Museo Nacional de Colombia existen cuatro tipos de colección que se agrupan de acuerdo con el sentido que adquieren los objetos dentro de la Institución: Arqueología, Arte, Historia y Etnografía.
Las colecciones de arqueología prehispánica y de etnografía indígena y afrocolombiana del siglo XX son conservadas, investigadas y divulgadas por el Departamento de Curaduría de Arqueología y Etnografía, a cargo de la División de Patrimonio del Instituto Colombiano de Antropología e Historia -Icanh-.
Las colecciones de historia de los siglos XVI al XX y de los diversos períodos del arte colombiano, con su sección de arte internacional, están a cargo del Departamento de Curaduría de Arte e Historia.
La educación en el Museo
El Museo, además de cumplir con sus funciones curatoriales y de investigación, es también un espacio de disfrute y aprendizaje.
Esta doble característica lo debe convertir en un lugar abierto y vivo, y por ende, en un espacio para la comunicación. Como alberga diversidad de objetos significativos, es depositario de un importante patrimonio cultural, parte integrante de nuestra memoria colectiva e identidad nacional. Pero sería en vano el trabajo de coleccionar, investigar, conservar y exhibir una serie de objetos originales, si no existiera la posibilidad de que el ser humano animara esos objetos y lograra establecer una comunicación sensible con ellos.

Misión y política educativa

El Museo Nacional de Colombia se inscribe dentro de los más recientes movimientos del trabajo pedagógico y de interacción del público con sus colecciones, por medio de estrategias relacionadas con las acciones que hoy desarrollan entidades afines a nivel mundial, así como dentro de los parámetros y propuestas de la carta política de 1991 y los procesos que de ella se desprenden, tales como las propuestas participativas de apropiación del patrimonio cultural de la nación contempladas a su vez en la Ley General de Educación, expedida en febrero de 1994, y en la reciente Ley General de Cultura (Ley 397 de 1997).
Estas disposiciones han impulsado al Museo a ofrecer otras posibilidades de aproximación como alternativa a la visita tradicional, en las cuales el público logre participar de las colecciones que allí reposan de manera más activa, a partir de su historia personal, su trayectoria de vida, su sensibilidad y percepción espontánea frente al hecho arqueológico, etnográfico, histórico o artístico. Ya en 1958 el Museo Nacional de Historia Natural de los Estados Unidos enfatizó por primera vez la importancia de la educación como función inicial y propósito fundamental del museo. Tres años antes, Marta Traba, en Colombia, había intuido la trascendencia del rol educativo del museo, y con un singular experimento televisivo hizo que el público desde sus casas la acompañara en sus recorridos por el Museo de Arte Colonial y por las salas de nuestro Museo Nacional.
Hoy en día la mayoría de instituciones de este tipo han desarrollado dicha función y trabajan por ese objetivo. El museo como un lugar para la pregunta y como espacio donde se hace posible el goce de aprender; también el lugar que debe permitir la aproximación multisensorial; un lugar que no debe ser exclusivamente una puerta al pasado y que vive no sólo por los objetos y sus creadores (hombre y naturaleza) sino por las ideas y sentimientos de quienes trabajan en él y lo visitan.
Es por lo anterior que el Museo Nacional de Colombia definió una misión y una política educativa, orientada a «promover y desarrollar el interés de los diversos públicos por el patrimonio cultural mediante el fomento por la curiosidad, la inventiva y la investigación, además de presentar una imagen positiva de los valores de nuestra nacionalidad».
La política educativa se propone, por consiguiente, cumplir los siguientes objetivos:
-Hacer descubrir a los nuevos visitantes la diversidad y el valor de las colecciones y del edificio Monumento Histórico;
-Incitar a quienes ya lo conocen a explorarlo más ampliamente;
-Contribuir a que los diversos públicos reconozcan el Museo como un lugar de encuentro y comunicación;
-Contribuir al desarrollo de la comunidad educativa distrital y nacional.
-Diseñar alternativas que permitan atraer nuevos públicos;
-Prestar asesorías a otros museos del país, en las áreas educativa y cultural.

Museo del Oro
Un Museo, de acuerdo con la definición de la UNESCO, es "una institución permanente, sin fines lucrativos, al servicio de la sociedad y de su desarrollo, abierta al público, que adquiere, conserva, investiga, comunica y exhibe, para fines de estudio, de educación y de deleite, los testimonios materiales del ser humano y de su medio ambiente". En ese sentido, el Museo del Oro del Banco de la República de Colombia trabaja y ha trabajado alrededor de tres objetivos generales que constituyen su misión:

Una colección de objetos de metal y otros materiales creados por las culturas arqueológicas que produjeron metalurgia en el territorio colombiano, con el fin de conservar este legado del pasado prehispánico como un patrimonio cultural de las generaciones actuales y futuras de colombianos;
Investigar y clasificar
Esa colección y esas culturas, para proveer de contexto y de sentido a esa colección arqueológica;
Dar a conocer
Mediante esa colección, a esas culturas de nuestro pasado, para canalizar la contribución generosa que el Banco de la República pone al servicio de la sociedad, hacia promover el sentimiento de arraigo de los colombianos, dando un ejemplo constructivo, con el pasado, de nuestra riqueza cultural y nuestras posibilidades presentes y futuras.
El Banco de la República inició en 1939 su propósito de proteger el patrimonio arqueológico de nuestro país. El poporo quimbaya fue en diciembre de ese año el primer objeto de esta colección que ya cumplió 67 años.


Quinta De Bolívar

Su historia se remonta a 1670, cuando el bachiller Pedro de Solís y Valenzuela donó a la ermita de Monserrate 100 varas castellanas de tierra, ubicadas en el sitio llamado La Toma de la Aduana. En 1800, el capellán de Monserrate, José Torres Patiño, vendió el predio por la suma de $120 al contador principal de la Renta de Tabaco de Santafé, don José Antonio Portocarrero. El nuevo dueño construyó una quinta campestre que arregló para agasajar al virrey Antonio Amar y Borbón en el cumpleaños de su esposa la virreina, doña Francisca Villanova.
De la amistad que don José Antonio Portocarrero profesaba al virrey, o la admiración que tributaba a la virreina, fue emblema por entonces una alegoría de Cupido que hizo pintar en el comedor de su quinta con la siguiente equívoca inscripción: “Amar es mi delicia”, palabras que años más tarde habían de ser sustituidas por estas otras: “Bolívar es el dios de Colombia”.
En el centro está la casa con sus jardines abandonados, sus árboles decrépitos que extienden sus ramas y sus sombras sobre los corredores solitarios y los salones en ruinas, donde en otros días resonaron músicas voluptuosas, en noches de festines sorprendidos por la aurora; con su chimenea de mármol blanco, en el gabinete de la izquierda, sobre la cual se firmó la negativa de la conmutación de la pena de muerte a los ejecutados con motivo de la conjuración de septiembre; con sus terrazas que sintieron las férreas botas de los libertadores; con su muelle baño, cercado de bajas tapias, cubiertas antes de enredaderas, y techado por el puro cielo azul; con su esbelto mirador que se yergue sobre la colina, como un alerta vigía; con sus alcobas, antiguamente perfumadas, que vieron al héroe, de regreso del Perú, pasar cargado de laureles, y descansar de la gloria en los brazos de rosa del amor; con su espléndido comedor, comunicado con la sala principal, y con deliciosas perspectivas sobre el patio y los jardines, y donde, en los tranquilos días de la Colonia, don José Antonio Portocarrero, dueño y constructor de la Quinta, y hombre de mucho gusto y así muy sentido de todos, departía, agradablemente, de cosas de Gobierno, con Amar y Borbón, su grande amigo, virrey de Santafé, y su señora esposa, doña Francisca Villanova, la virreina, mientras, delante de los contertulios, en el fondo, aparecía esta inscripción en letras formadas con las rosas del jardín: "Mi delicia es Amar".
El 1º de enero de 1810, diez años después de haber adquirido el lote de la Quinta, falleció su dueño y ésta pasó a manos de su hija, Tadea Portocarrero de García del Castillo, cuyo marido hubo de emigrar a raíz de los sucesos del 20 de julio de 1810. Por esta razón, y debido a que los hijos del matrimonio eran aún menores de edad, el inmueble sufrió descuido y abandono. La familia Portocarrero mantuvo la propiedad hasta el 16 de junio de 1820.
Al finalizar la guerra de independencia, la Quinta estaba a punto de desaparecer por el creciente deterioro que había sufrido. Tras la victoria definitiva sobre los españoles, el gobierno de la Nueva Granada adquirió la propiedad con el propósito de obsequiársela al Libertador,
"como una pequeña demostración de gratitud y reconocimiento en que se halla constituido este Departamento de Cundinamarca por tan inmensos beneficios de que lo ha colmado Su Excelencia, restituyéndole su libertad."
Así reza la escritura, firmada por el gobernador José Tiburcio Echevarría el 16 de junio de 1820. La compra se hizo por dos mil quinientos pesos. El documento aclara que dicha compra se hacía a nombre del vicepresidente Francisco de Paula Santander y del Estado colombiano. Allí también se deja constancia de la necesidad de mejorar la finca para entregarla en condición presentable al Libertador.
Bolívar fue propietario de la Quinta durante 10 años, pero no la habitó mucho tiempo. En 1821 la ocupó por primera vez, en dos ocasiones que coincidieron con el cenit de su gloria: durante el mes de enero, antes de partir a la campaña final de independencia de Venezuela, que culminó en la Batalla de Carabobo; y en octubre del mismo año, después de dicho triunfo, antes de emprender, el 13 de diciembre, la Campaña Libertadora del sur. Durante sus años de ausencia, entre 1821 y 1826, un pariente suyo, llamado Anacleto Clemente, habitó la casa y la dejó en tan mal estado que, ante la proximidad del regreso de Bolívar a Bogotá, el 6 de agosto de 1826, Santander le envió una comunicación donde le manifestaba:
Hice emplear muchos pesos en componer la Quinta que dejó Anacleto arruinada, y aunque no quedará de gran lujo, quedará de gusto y mejor que nunca.

El 21 de septiembre volvió a escribirle:
Su Quinta se la tengo muy compuesta y decente. Hemos echado mano de sus sueldos viejos atrasados para que siquiera sirvan para proporcionar un desahogo a quien tanto lo necesita y lo merece. Vergüenza me diera que usted se alojara como antes y se sirviera de muebles prestados. Juan M. Arrubla me ha servido mucho en esta operación.
El 14 de noviembre de 1826, Bolívar hizo su entrada a Bogotá, de regreso del Perú. Desde entonces, y hasta su partida final en 1830, habitó en forma esporádica este lugar que se convirtió en el refugio de sus constantes viajes y del tenso ambiente político.
En 1828, mientras Bolívar sorteaba las dificultades políticas y el ambiente de la Convención de Ocaña, Manuelita Sáenz de Thorne llegó a la Quinta. Se habían conocido en Quito, su tierra natal, en junio de 1822, durante el suntuoso baile en que se festejó el triunfo de la Batalla de Pichincha, y desde entonces surgió entre ambos un profundo amor. Manuelita le brindó apoyo apasionado e incondicional al Libertador y a sus amigos, de quienes se convirtió en hábil consejera política. Su presencia transformó la Quinta en lugar de fiestas y reuniones.
La Quinta fue testigo de grandes acontecimientos como la instauración de la Gran Colombia y la culminación de la Campaña del Sur; de fiestas como aquella en la que se conmemoró el natalicio de Bolívar -celebrado por los contertulios el 24 de julio de 1828, en ausencia del Libertador- y en la cual se poblaron de tiendas de campaña las colinas circunvecinas a fin de alojar allí al Batallón Granaderos. Entre los invitados se encontraban el general José María Córdova y sus edecanes, el doctor Estanislao Vergara, el canónigo Francisco Javier Guerra, el historiador José Manuel Restrepo y el general Rafael Urdaneta.
También se vivieron en ella momentos críticos originados en los graves sucesos que conmovieron entonces a la República y en la oposición de los enemigos a las ideas bolivarianas, derrotadas en la Convención de Ocaña. Allí se refugió después del atentado contra su vida, ocurrido el 25 de septiembre de 1828, y se firmó la negativa a conmutar la pena de muerte a los conjurados por este hecho.
La sexta y última estadía de Bolívar se produjo entre el 15 de enero de 1830 y el 1 de marzo del mismo año, aunque desde el 28 de enero ya había regalado la Quinta a su amigo José Ignacio París, conocido por sus servicios a la causa independentista y por su lealtad al Libertador. La donación, en realidad, fue hecha a su hija, Manuela París, quien, por ser menor de edad, no la pudo recibir, de manera que lo hizo su padre a nombre de ella, a través de una escritura que se firmó en el Palacio de San Carlos. La donación se avaluó en dos mil quinientos pesos.




La Catedral de la Sal

La puesta en marcha del Museo de la Salmuera en la salina, como museo de sitio, tiene como propósito mostrar cómo era el proceso especifico de producción industrial de salmuera y servir de antesala a los visitantes de lamina y catedral, ayudando a comprender y valorar la existencia geológica del domo salino, la explotación y trabajo de la mina y la arquitectura subterránea de sus catedrales de sal.

El proyecto museográfico rescató y aprovechó espacialmente los vestigiosos del conjunto de cinco Tanques Saturadores y Decantadores abandonados en1983, y que se habían utilizado desde los años cincuenta, mediante un sobrio proyecto de recaudación arquitectónica, concebido casi como un trabajo de restauró y puesta en valor , recuperó la principal estructura del conjunto: los imponentes Tanques o Baterías Saturadoras (Aprox 450 M2) , preservándolos como patrimonio industrial por su singularidad y representatividad, y como edificio que acoge al museo, en sí la pieza principal de exhibición, que por su especial arquitectura y localización, semienterrada en distintos niveles, permite un doble recorrido y lectura: exteriormente su planta superior e internamente su planta inferior.
En su parte externa los módulos de hierro, recuerdan la forma cúbica del cristal de sal, y la estructura del puente Grúa que existía para extraer, al final del proceso, los insolubles de la salmuera. Internamente se recuperaron seis pares de tanques o cajones, un tramo del cárcamo original y el sistema hidráulico de tuberías y válvulas.
El recorrido por el corredor central, muestra in-situ y a escala, con materiales reales e interactivos, cuáles eran las etapas previas y posteriores a la disolución y saturación de la sal roca en los tanques: tendido falso de maderos (primer par de cajones), carga de sal roca (segundo par cajones), evacuación de rute y marmaja mediante las cucharas de una almeja o una grúa eléctrica (tercer par de cajones con volante interactivo para dar movimientos a las cucharas), uso de agua dulce (últimos tanques). Este mismo corredor distribuye a las dos salas de exhibición del museo.
De la Plaza Ceremonial se desciende a las profundidades, hacia el interior de la Catedral de Sal a través del Eje Sacro “el túnel de los robles”, este recorrido procesional prepara al peregrino en la transición de accesis desde el mundo exterior visto como origen, hacia el mundo interior conceptualizado como destino, el ingreso está marcado por la Grieta del Umbral, que simboliza el paso de lo material a lo inmaterial, de lo terrenal a lo espiritual, se penetra la montaña bajo el Campanario y la Gran Cruz que de ella emerge y cuya proyección en la plaza es la Cruz Cardinal, símbolo de unión de los pueblos.
El Proyecto está concebido con base al manejo de signos esenciales, plasmados la mayoría en imágenes asbstractas - no figurativas, cuyo contenido simbólico y significación específicos, imprimen al “lugar” un profundo sentido de sacralidad y reafirman la sustancia espiritual que lo anima. La conceptualización espacial, sus texturas, formas, dimensiones y estructura arquitectónica, buscan en tal sentido, dar respuesta a esta necesidad significacional y litúrgica específica. El manejo de la luz al interior, trasciende hacia simbolísmos específicos, contribuyendo sustancialmente a la expresión sacro-mistérica del “lugar.”
El descenso hacia la Catedral es lento, durante su transcurrir se diluye la noción del tiempo, de la luz, del calor, del sonido, del color, del viento y el movimiento... es el camino a una nueva visión interior, un mundo subterráneo inmutable, de siglos, misterioso, que invita a la meditación, a la reflexión , a la oración, a una autentica experiencia cultural.
El Proyecto Catedral se divide en tres secciones principales, asi:
1. El deambulatorio superior o VIACRUCIS.
2. La Cúpula, la Rampa de descenso, el Coro, los Balcones y Complejo del Nartex.
3. Las grandes NAVES de la CATEDRAL.

Cerro De Monserrate

Al levantar la mirada desde cualquier punto de la ciudad, es imposible no toparse con aquel cerro que desde sus 3.152 metros a nivel del mar, vigila a Bogotá.
Monserrate es el símbolo por excelencia de la capital colombiana, no sólo como efigie natural, sino por su carácter religioso, cuyo santuario, millones de peregrinos y viajeros han visitado desde su fundación en 1640.
Don Juan de Borja, Presidente del Nuevo Reino, fue quien autorizó la construcción en el lugar de una capilla dedicada a la Virgen Morena de Monserrat, cuyo santuario se encuentra ubicado en la ciudad de Barcelona, en España.
Don Pedro Solís, artífice de esta obra, quiso que no terminara allí. Sabía bien que el lugar era ideal para un monasterio, que finalmente fue terminado en 1657, con ayuda de los santafereños y que años más tarde albergaría a su más ilustre huésped: el Señor Caído, obra del maestro santafereño Pedro de Lugo y Albarracín; quien logró no sólo una hermosa imagen de impresionante valor artístico, sino que también logró reunir la fe religiosa de la ciudad.
Desde aquella época, cada día, miles de creyentes suben con devoción los escalones que llevan al santuario en la cumbre, como acto penitencial. Mientras que otros miles de turistas, deportistas o curiosos llegan a pie, en funicular o teleférico y hallan de nuevo la armonía que puede existir entre esta creación de Dios y las obras del hombre.
Visitar Monserrate por cualquier motivo es una experiencia única. La vista que desde allí se tiene de Bogotá, la fe que evocan su Santuario y cada piedra que fue puesta en el lugar con dicho propósito. Sus peregrinos, sus jardines y fuentes, su gastronomía, sus bosques de niebla, sus atardeceres, sus noches estrelladas y su luna majestuosa


PRESENTADO POR:
CARLOS BOBADILLA
DOCENTE CIENCIAS SOCIALES Y HUMANIDADES
COLEGIO SAN SEBASTIÁN
SANTIAGO DE CALI
ENERO 31 DE 2008